Cuando el presidente
colombiano, Iván Duque, acudió presuroso al llamado de su colega
norteamericano, Donald Trump, para conversar sobre asuntos que calificaron de
importantes para la agenda internacional, medios de prensa hicieron hincapié
que Washington intentaba presionar a Bogotá para que pusiera fin a la
producción de cocaína, renglón que conlleva fuertes entradas de dinero al país
suramericano y que sirve de sustento a la elite latifundista y mafiosa que
controla la vida del país.
Hacemos un alto, por ahora, en las
reflexiones que hemos venido realizando en artículos anteriores acerca de
nuestra primera vida junto al Comandante Chávez, dada la necesidad de
referirnos a la nueva arremetida del
gobierno supremacista de Donald Trump contra el Pueblo de Venezuela y sus
instituciones; una acción que se inscribe en los permanentes
esfuerzos que realiza el decadente imperio norteamericano por tratar de dar al
traste con el proyecto de amplias transformaciones que las venezolanas y los
venezolanos hemos venido desarrollando desde el año 1999, cuando el líder
histórico de la
Revolución Bolivariana asumió por vez primera la Presidencia de la República.